Una revisión somera de la historia de la ciencia y de la técnica permite observar que, en la medida en que los productos de estas actividades se convierten en mercancía valiosa, el hombre ha ido adoptando progresivamente formas organizativas cada vez más complejas, similares a las que se han utilizado en el campo económico de los bienes materiales, esto es ha comenzado por la artesanía, ha seguido con el trabajo cooperativo y la manufactura, y en el presente siglo predomina la forma industrial y se comienzan los procesos de automatización de la producción.
El sistema de producción industrial se inicia con la utilización de máquinas complejas, las cuales se construyen gracias a la acumulación de capital lograda por los empresarios mediante el comercio o formas de producción más simples. Históricamente, la industrialización comienza a mediados del siglo XVIII en Inglaterra con la invención del telar mecánico y la máquina de vapor, los cuales son utilizados primeramente en la industria textil. Este proceso se extiende en el siglo XIX a Alemania, Francia, Estados Unidos, Rusia, y progresivamente a todo el mundo. El maquinismo o producción industrial aumenta significativamente el rendimiento en las empresas precursoras y contribuye a generar un proceso similar en otros sectores y campos de la economía; esto se hace todavía más eficiente con el uso de la electricidad y la aplicación de métodos de racionalización del trabajo (taylorismo y fordismo), hasta llegar en el siglo XX al inicio de otra forma de producción revolucionaria como es la automatización o robotización de las fábricas.
En el campo de la producción científica y técnica se observa un proceso similar: se comienza con la fase de trabajo individual o artesanal, en la cual la ciencia y la tecnología es obra de personas aisladas en comunidades primitivas, en instituciones (educacionales o científicas) poco desarrolladas o en sectores económicos secundarios. Se pasa a la producción por equipos en laboratorios o talleres, propio de sociedades que inician sus procesos de industrialización, o de instituciones educacionales o científicas bastante desarrolladas. Y, en la actualidad en los países e instituciones avanzados, se crean laboratorios especializados, se industrializa la ciencia y la tecnología y se llega a la constitución de grandes empresas dedicadas exclusivamente a la producción de investigaciones, inventos, diseños y proyectos.
En este proceso se reconoce el trabajo artesanal de científicos o técnicos como Galileo, Newton y Guttenberg; el trabajo cooperativo de Boulton y Watt (al inventar la máquina de bombeo); el trabajo en laboratorios especializados, como el Menlo Park de Edison; y, en la actualidad, las numerosas fábricas o empresas transnacionales de tecnología como Microsoft, General Electric, Sony o Siemens. Se va evolucionando del trabajo individual al trabajo en equipos, del trabajo aislado a la cooperación interinstitucional, nacional e internacional.
Lamentablemente, los países “no-desarrollados” son simples consumidores de tecnología y ciencia o están involucrados en la producción e investigación en muy pocos sectores de estas áreas.
A fines del siglo XIX, por ejemplo, la física aparentaba ser una disciplina que completaba los últimos detalles de un muy trabajado sistema. Es famosa la frase de Lord Kelvin (en 1900): "No queda nada por ser descubierto en el campo de la física actualmente. Todo lo que falta son medidas más y más precisas". Cinco años después de esta aseveración, Albert Einstein publicó su trabajo sobre la relatividad especial que fijó un sencillo conjunto de reglas invalidando a la mecánica de Newton, que había sido utilizada para describir la fuerza y el movimiento por más de trescientos años. En este ejemplo, un nuevo modelo de conocimiento reduce al viejo a un caso especial, ya que la mecánica de Newton sigue siendo una excelente aproximación en el contexto de velocidades lentas en comparación con la velocidad de la luz.
Ninguna forma de conocimiento puede permanecer intacta por mucho tiempo
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